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Wellington Gómez Pichardo |
Resumen
La atención prehospitalaria pediátrica representa uno de los mayores retos clínicos y comunicativos para el personal de emergencias. Las diferencias fisiológicas, emocionales y sociales entre niños y adultos requieren una preparación específica no solo en términos técnicos, sino también en habilidades interpersonales. Este artículo explora críticamente las barreras, errores frecuentes y estrategias recomendadas para mejorar la comunicación efectiva con pacientes pediátricos en escenarios de urgencia.
Introducción
En el escenario de la atención prehospitalaria, el paciente pediátrico no es un “adulto en miniatura”. Su abordaje clínico y comunicacional debe estar ajustado a sus capacidades cognitivas, su desarrollo emocional y su contexto familiar. Sin embargo, la realidad en América Latina y otros países en desarrollo muestra una carencia notable en la formación específica para el manejo integral del paciente pediátrico fuera del entorno hospitalario.
Dificultades frecuentes en la atención prehospitalaria pediátrica
Falta de entrenamiento específico:
Muchos profesionales de emergencias carecen de formación en comunicación pediátrica, lo que puede generar errores de abordaje, aumentar el estrés del menor y dificultar la obtención de datos clave para la evaluación clínica.
Ambiente hostil y desconocido:
Sirenas, uniformes, lenguaje técnico y la separación del entorno familiar pueden ser altamente estresantes para un niño, dificultando la colaboración en procedimientos médicos.
Interferencia o ansiedad de los cuidadores:
La presencia de padres o tutores puede ser tanto un recurso como una barrera. La ansiedad extrema de un adulto puede ser transferida al menor y entorpecer el abordaje del equipo.
Limitaciones del tiempo y entorno:
En situaciones críticas, como un trauma mayor o una crisis respiratoria, el personal debe tomar decisiones inmediatas sin tiempo suficiente para establecer vínculos de confianza.
Errores comunes en la comunicación pediátrica prehospitalaria
- Utilizar lenguaje técnico o amenazante sin explicar en términos comprensibles.
- Omitir el contacto visual y físico adecuado (cuando es culturalmente apropiado).
- Ignorar el nivel de desarrollo cognitivo del niño.
- Instrucciones directas y secas, sin empatía ni contención emocional.
- No involucrar al niño en el proceso, generando mayor sensación de indefensión.
Estrategias recomendadas para una comunicación efectiva
Ajustar el lenguaje al nivel de desarrollo:
Usar palabras sencillas, frases cortas y ejemplos familiares. Evitar tecnicismos o eufemismos confusos.
Contactar primero con los ojos, luego con las palabras:
El lenguaje no verbal es clave. Mostrar una actitud calmada, bajarse al nivel visual del menor, sonreír de forma contenida y pausada puede ser más útil que hablar primero.
Explicar antes de actuar:
Aunque la situación sea urgente, describir brevemente lo que se va a hacer reduce la ansiedad y la resistencia del menor.
Validar emociones y usar distracciones:
Frases como “Sé que estás asustado, es normal” o usar muñecos, linternas o gestos lúdicos puede ser muy efectivo, especialmente en niños entre 3 y 8 años.
Incluir a los cuidadores estratégicamente:
Utilizarlos como puente emocional (“mira a mamá mientras te reviso”) y como fuente de datos, siempre que su presencia no incremente el pánico.
Capacitación continua y simulación:
Los equipos deben ser entrenados regularmente en simulaciones pediátricas que incluyan tanto el aspecto técnico como el comunicacional, priorizando la seguridad emocional del niño.
Comunicación y trauma: un binomio crítico
En situaciones de politraumatismo pediátrico, accidentes escolares o eventos de violencia, la comunicación debe incluir técnicas específicas de contención, incluso cuando el menor se encuentre inconsciente. El entorno, la disposición del cuerpo, la forma de sujetarlo o inmovilizarlo, y la expresión facial del rescatista generan un impacto directo sobre los observadores (padres, maestros o testigos), lo cual puede influir en la respuesta emocional post evento del niño.
Discusión crítica
Pese a los avances en protocolos pediátricos como el PALS (Pediatric Advanced Life Support) y las guías internacionales, la mayoría de los currículos de formación técnica en emergencias en países como República Dominicana, Colombia o México continúan dando un papel secundario al componente comunicacional. El enfoque aún se centra en lo biomédico, olvidando que el miedo, el dolor y la confusión infantil pueden alterar signos vitales y dificultar el proceso diagnóstico y terapéutico.
Más preocupante aún es la escasa documentación sistemática sobre incidentes adversos relacionados con el mal manejo emocional del paciente pediátrico en el ámbito prehospitalario. Se requiere una mayor cultura de reporte, análisis y prevención de este tipo de eventos.
Conclusión
La atención y comunicación con pacientes pediátricos en emergencias extrahospitalarias exige mucho más que habilidades clínicas: requiere sensibilidad, adaptabilidad y entrenamiento específico. Transformar las prácticas actuales implica reconocer al niño como un sujeto activo del proceso de atención, capaz de sentir, temer, preguntar y colaborar. Formar a los equipos en esta mirada integral no es opcional: es un imperativo ético, profesional y humano.
Consultas
- Gausche-Hill, M. et al. (2020). Pediatric Education for Prehospital Professionals (PEPP). American Academy of Pediatrics.
- Guía de Práctica Clínica de Atención Pediátrica Prehospitalaria, Ministerio de Salud, Colombia, 2022.
- Lemoine, S. et al. (2021). “Prehospital pediatric pain management: Still inadequate?” Journal of Emergency Medical Services.
- Asociación Latinoamericana de Pediatría (ALAPE). “Manejo de crisis pediátricas en escenarios comunitarios”. 2019.
- American Heart Association. (2020). PALS Provider Manual.